16 - 18 abril
1. Ocasión. El libro de Job es uno de los más enigmáticos y profundos de la Biblia y de la literatura universal, por la radicalidad de su experiencia, por su fuerza poéticas y por su final sorprendente, que no lo da el libro, sino que debemos darlo nosotros. Lo comentó el Papa Gregorio Magno (540‒604) y su comentario (Moralia in Iob) de toda la Edad Medía. Era un gran comentario, pero demasiado ascético y moralista, sin el roque místico que le habría dado Juan de la Cruz, que fue un gran lector de Job. Significativamente, el libro de Job está muy cerca del budismo y de algunos textos de la tragedia griega, pero tiene algo muy especial, y nos sitúa ante “los caminos adversos de Dios”, como he titulado mi Lectura de Job (San Pablo, Madrid 2020), unos caminos que siendo adversos son los verdaderos.
2. Intento. Quiero leer y comentar el libro de Job, no para entenderlo en abstracto, sino para vivirlo, entrando en su movimiento poético, dramático en clave de experiencia radical, abierta a todos, pues el Dios de Job no es judío ni cristiano, sino enigma, sentido y misterio de la vida, en medio de una noche poblada de luces que sólo se advierten recorriendo su camino A Job le condenan como impío, lo mismo que a Jesús, pero él se mantiene su propuesta y su fidelidad, sin doblegarse ni humillarse. No se siente culpable, pero sufre, llora, y espera la muerte buscando una razón ante Dios. En eso se distingue de Buda, que renuncia a discutir con Dios. pues le parece que Dios no camina en la noche de los hombres. Job, en cambio, cree en el Dios de los caminos adversos de los hombres y por eso le llama y discute con él hasta el agotamiento.
3. Método de trabajo. Quiero leer, explorar, y en lo posible iluminar algunos textos fundamentales del libro, según yo pueda y escojan en la primera sesión los participantes del curso. Éstos pueden ser algunos temas:
1. Mística de los adversarios. Significativamente, los que apelan a experiencias “místicas” en sentido convencional son los adversarios de Job, Elifaz (Job 4, 12‒15) y Elihú (33, 13‒22). Sus propuestas son dignas de respeto (en sueños, en la noche, en éxtasis mental), pero Job (el Dios de su libro) está más allá de esa mística, como han estado San Pablo y san Juan de la Cruz, que han sido lectores del libro de Job.
2. En el corazón de otra mística. Entre las palabras que definen la experiencia de Job hay dos muy significativas: (1) Aunque me mate esperaré en él, le esperaré (Job 13, 15). Ésta puede ser una palabra desesperante, ha sido traducido de formas distintas, por rabinos, por Jerónimo (Vulgata), por Lutero; pero en sí misma es muy clara, nos sitúa ante el fondo de Dios y la muerte. (2) Tierra, no cubras mi sangre, que no tenga descanso mi grito (Job 16, 18). Los asesinos quieren “cubrir la sangre”, acallar el grito de los asesinados, desde el comienzo de la Biblia (Gen 4, 10: la sangre del justo Abel grita, cf. Mt 23, 35). ¿Qué sentido puede tener hoy la mística de la sangre, es decir, de la vida, que sigue gritando a Dios desde la tierra?
3. Una voz de esperanza: Yo sé que mi Redentor vive, y que mis ojos le verán… (19, 25‒27). Ésta es la mística de los crucificados como Job (Jesús), no un ejercicio de evasión, sino de fidelidad a la vida, el testimonio de los resucitados del mundo…
4. El Dios de Job (le) propone una mística de la naturaleza, con tormenta, animales… (Job 38‒42). Job quiere que Dios con prodigios exteriores, con gracias “tumbativas”. Pero Dios, cuando viene, no lo hace así, en forma “de milagro”, sino que le enseña a mirar (a sentir, a sanarse) en el encuentro concreto de la vida, en los fenómenos del mundo, entre el “orden” sorprendente de los animales, empezando por aquellos que parecen más extraños e inútiles: Desde el avestruz y el onagro, la cabra montés y la gacela, hasta Behemot y Leviatán. Esta “terapia” puede y debe compararse mutatis mutandis con la de Juan de la Cruz en el Cántico.
5. El tema clave está final, que puede entenderse de diversas formas (42, 7‒17), pero está claro que Dios no responde desde fuera, deja que el hombre encuentren su respuesta. Como decía el psicólogo C. G. Jung (Respuesta a Job), para responder de verdad a las preguntas de Job, Dios tuvo que encarnarse en Jesucristo.
Bibliografía.
Biblia